Text of a paper given by José Bonifacio Bermejo Martin at the conference of the Association of European Printing Museums, After printing: bookbinding as cultural heritage, Imprenta Municipal – Artes del Libro, Madrid, (Spain), 24-26 May 2018.
En este Congreso estamos hablando de museos de imprenta y estamos hablando de encuadernación. Estamos también en un museo característico por albergar contenidos de ambos ámbitos y por tener unas características también singulares por sus talleres profesionales y de divulgación.
Los museos dedicados a la imprenta y al libro albergan generalmente piezas históricas y discursos sobre su significado, evolución histórica, así como de las diversas técnicas que se han sucedido a lo largo de los tiempos. Estos aspectos, que podemos definir como materiales, no completan satisfactoriamente las posibilidades de conocimiento de un hecho cultural como es todo lo relacionado con las artes gráficas, la cultura escrita y el libro. El objetivo de un museo de imprenta, o de artes gráficas, para hablar con más propiedad, debe ser pues la explicación completa del fenómeno de la edición, impresión y producción del libro y otros objetos impresos, tanto en su vertiente histórica como artística. Los vestigios materiales son una parte de esta explicación, si bien ha de completarse con la visión desde otros ángulos. Por ello, muchos de ellos incorporan también talleres o demostraciones de técnicas en vivo, que sirven como complemento para ilustrar de una forma más eficaz lo que es una realidad histórica y cultural.
Si diseñamos un marco general sobre la investigación de la historia de las artes gráficas, que es en definitiva lo que tienden a explicar los museos de imprenta, hemos de comenzar estableciendo dos ejes de desarrollo. El primero sería el cronológico contemplando la evolución de éstas desde sus orígenes hasta nuestros días y en un determinado ámbito espacial (nacional, regional, local). El segundo, transversal a éste en sus múltiples momentos lo constituiría el amplio elenco de actividades que constituyen lo que denominamos artes gráficas. Por ejemplo, si estudiamos la Imprenta en Madrid en el siglo XVII deberemos comenzar elaborando el inventario de actividades que constituyen este fenómeno: fabricación del papel, fundición y comercio de tipos, los talleres de composición e impresión. A partir de aquí las herramientas de investigación que podemos utilizar se pueden resumir en:
- Elementos materiales de útiles, instrumentos, máquinas, etc.
- Elementos documentales o informativos acerca de la actividad.
- Elementos inmateriales, constituidos por lo que denominamos coloquialmente como oficios.
Así, en un discurso expositivo, o en la elaboración de un documento explicativo, la visualización directa de las piezas se complementa con la explicación elaborada en base a la bibliografía y fondos documentales que han servido para avanzar en investigaciones y extraer conclusiones, contextualizando las piezas y pudiendo enmarcarlas en una determinada situación ligada a las personas que las utilizaban: salarios, posición social, condiciones de vida, sistemas de aprendizaje, en el círculo más inmediato; y, elevando el análisis a un nivel más global: peso de la actividad en la economía, cifras estadísticas de talleres y producciones, etc.
Describimos así una realidad histórica en torno a una técnica gráfica.
Esta metodología es muy común en museos y centros de interpretación de otras materias. Para tener un conocimiento cuasi completo de una realidad cultural como es la historia de las artes gráficas necesitamos del tercer elemento antes citado: el nacimiento, desarrollo, transformación y desaparición de los oficios, técnicas, habilidades y procedimientos de trabajo.
Técnicas, oficios y procedimientos de trabajo forman parte de lo que podemos denominar patrimonio cultural inmaterial y su conservación, documentación, investigación y difusión o, en caso de haberse perdido, de su recuperación, es también una función de los museos.
Y ese es el papel que pueden jugar los talleres, tanto profesionales y con un sentido productivo, como de difusión, con un sentido más lúdico, en nuestros museos. Esta ponencia analizará estos aspectos tomando como referencia los talleres de encuadernación manual y artística de la Imprenta Municipal de Madrid.
El punto de partida: patromonio material y patrimonia inmaterial
Esta realidad que constituyen los conocimientos y usos profesionales, los oficios de las artes gráficas se pueden definir como patrimonio cultural inmaterial. La Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial aprobada por la UNESCO en octubre de 2003 dice:
“Artículo 2: Definiciones
A los efectos de la presente Convención,
- Se entiende por “patrimonio cultural inmaterial” los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación, es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana.…
- El “patrimonio cultural inmaterial”, según se define en el párrafo 1 supra, se manifiesta en particular en los ámbitos siguientes:
a) tradiciones y expresiones orales, incluido el idioma como vehículo del patrimonio cultural inmaterial
b) artes del espectáculo;
c) usos sociales, rituales y actos festivos;
d) conocimientos y usos relacionados con la naturaleza y el universo
e) técnicas artesanales tradicionales.”
Si bien hay que observar en la literalidad de esta declaración que sólo se recogen actividades artesanas como objeto de patrimonio cultural inmaterial y que la declaración tiene una base muy orientada hacia lo etnográfico, también tenemos que tener en cuenta que el ideario de esta declaración contempla hechos culturales en peligro de desaparición por diversos motivos.
En nuestro caso, las artes gráficas, es muy amplio el abanico de especialidades que se han desarrollado desde la invención de la imprenta, hace más de cinco siglos en Europa. También en el caso concreto de la encuadernación, con una cronología aún más amplia, que se remonta a los primeros siglos de nuestra era.
En ambos casos se han producido cambios que ahora se estudian clasificando en grandes períodos esta secuencia secular. El período denominado como de la “imprenta manual” finalizó con el triunfo y la implantación de los avances técnicos propiciados por la revolución industrial que generó una nueva división histórica, la que denominamos “de la imprenta mecánica”, a su vez barrida ya en su mayor parte en nuestros días por un nuevo tiempo, el de la “imprenta digital”, también amenazado por un futuro que se presenta ya tan sólo “digital”.
Se dibuja así a lo largo de los siglos una cadencia continua de pérdidas de una parte del patrimonio, una parte muy importante que constituyen en sí mismos los oficios y técnicas que dejan de tener una función comercial y utilitaria y, por tanto, caen en el olvido y el desuso.
Es patrimonio, es inmaterial y se ha perdido o está en riesgo de perderse, por lo que creo que encaja en lo que podría amparar la Convención de la Unesco.
El taller en el museo
Una vez establecido que los oficios constituyen una parte del patrimonio cultural queda por definir cual es su espacio de conservación, de exhibición e incluso de estudio. Su ubicación natural es el taller y este es el elemento que ha de integrarse en la estructura del museo. Creo que no es un recurso auxiliar de los demás y por tanto no ha de estar supeditado a otros como la exposición o el programa divulgativo, sino que tiene el mismo rango que estos. Y también el mismo nivel de complejidad y variedad.
Funciones y tipologías de los talleres
¿Qué funciones pueden desempeñar en un museo? Estamos de acuerdo en que su objetivo general es la conservación o recuperación de los oficios, pero ¿cómo?
El taller profesional o de producción
El taller de encuadernación (o de otra especialidad) en un museo puede orientarse a la producción. La encuadernación es aún una técnica útil en la conservación del patrimonio bibliográfico. Éste, tanto en manos privadas como en instituciones públicas tiene unos requerimientos de tratamiento que se pueden resolver con estas técnicas. Cuantitativamente es muy amplio el número de libros y documentos que necesitan de las manos expertas de los profesionales. En este sentido constituye un modelo de taller totalmente profesional y en el que los encuadernadores tienen un alto nivel de cualificación y trabajan en coordinación con el taller de restauración.
Un ejemplo típico son los talleres de encuadernación de la Imprenta Municipal, cuya evolución merece una breve reseña. Como ustedes conocerán o estarán a punto de conocer la Imprenta Municipal es una institución centenaria que hunde sus raíces en la segunda mitad del siglo XIX. Si bien su origen está ligado a la composición e impresión tipográfica, su función principal como proveedora de servicios al Ayuntamiento de Madrid pronto llevó a la creación de un taller de encuadernación. La diversidad de estos servicios en función del crecimiento de la ciudad hizo crecer éste.
En las primeras décadas del siglo XX y, sobre todo, tras la Guerra Civil, en el actual edificio en el que nos encontramos, el taller de encuadernación constituía uno de los valores principales de la Imprenta Municipal y, especialmente, su taller diferenciado de encuadernación artística, donde confluyeron un número de excelentes artífices. La actividad creativa y artística convivía con los trabajos que podríamos denominar como de factura más común. Y también con los orientados a la protección del patrimonio bibliográfico.
El tratamiento mediante la encuadernación de los ricos fondos históricos de la Hemeroteca Municipal de Madrid iniciado hace décadas se fue ampliando a otras bibliotecas especializadas, al Archivo de Villa y a las bibliotecas de los Museos Municipales, a medida que éstas incrementaban sus fondos bibliográficos y, por tanto, sus necesidades de conservación.
En un momento determinado se plantea la eliminación de los trabajos que no tienen un uso cultural. Esto ocurre a comienzos del presente siglo, de forma que, desde entonces, la principal misión del taller de encuadernación de la Imprenta Municipal, una vez desaparecidos los trabajos comunes. Esta importante utilidad permite alcanzar el segundo objetivo del taller: el mantenimiento de las técnicas vivas mediante el trabajo continuado y diario.
Estamos en un caso en el que el taller industrial y artesano ha derivado en museo y no de una forma abrupta sino gradual. Podríamos definirlo incluso como un proceso natural.
El taller de recuperación
Por otra parte, esta orientación clara hacia el trabajo con el patrimonio bibliográfico se completa con proyectos de recuperación de técnicas que han caído en el desuso. Voy a citar un interesante proyecto que está desarrollando el director de la Imprenta Municipal, Francisco Marín, junto a un equipo de encuadernadores de la casa, con la colaboración de un maestro ya retirado, Agustín Montemayor. Uno de los productos que el taller de encuadernación de la Imprenta Municipal generó en mayor cantidad durante décadas fue el de los denominados libros de registro, libros de apuntes comerciales y contables, como se denominan en el ámbito privado. El volumen de producción anual de estos libros ascendía a varios cientos en los años noventa del siglo XX. Con la informatización y modernización de la administración municipal este tipo de encuadernaciones fue disminuyendo hasta desaparecer en los comienzos del siglo XXI. Esto coincidió con una renovación generacional en el taller de encuadernación de la Imprenta Municipal. Los nuevos encuadernadores no adquirieron el conocimiento sobre la realización de este tipo de encuadernaciones, especialmente consistentes en cuanto a su estructura, con sistemas de costura y enlomados singular y con características claramente diferenciadas con respecto a otros libros. Este proyecto va a permitir el mantenimiento de una tipología de encuadernación que, de otra forma, caería en el olvido y sería una pérdida más de patrimonio inmaterial de la encuadernación. Con esta iniciativa ponemos las bases de una transmisión a futuro a las siguientes generaciones de este modelo de hacer libros, que es un elemento histórico y, por tanto, conservable.
El pequeño taller privado
Hemos hablado de un tipo de taller focalizado en nuestra experiencia en la Imprenta Municipal. Puede haber otros con perfiles diferenciados según las técnicas que desarrollen. En otros ámbitos las operaciones de encuadernación se diluyen entre una serie de productos de manipulados de papel y cartón: carpetería, cajas, productos de cartón o papel como etiquetas, fichas, etc. Aunque nos parezca su impronta insignificante en el conjunto de la historia de las artes gráficas, son un hecho histórico del mismo valor patrimonial que las más espléndidas encuadernaciones. Todo es historia y todo es memoria, todo ha de conservar su registro. ¿Cuántos talleres de encuadernación de modestas dimensiones han sobrevivido durante décadas gracias a la carga de trabajo de bufetes de abogados y notarías? Todos ellos han sucumbido ante el empuje de los repertorios legislativos on-line que no necesitaban de encuadernación para sus consultas en papel. Pero son historia, o están comenzando a serlo, y cómo tal tienen su lugar en la memoria histórica.
Sus prácticas técnicas y profesionales también son patrimonio inmaterial. Cuando los historiadores del futuro estudien aspectos de nuestra economía o nuestra sociedad podrán tener informaciones más completas si conservamos todos estos elementos que pueden parecernos ahora de poca o ninguna relevancia.
El taller divulgativo
Este tipo de taller encaja de forma más común en el programa de un museo. Trata de ofrecer unos contenidos que, siendo patrimonio cultural, sean sentidos por el usuario del museo, por el público potencial de los mismos, como una experiencia o una vivencia gratificante. Con ello se potencia la percepción del patrimonio como algo con un valor añadido y con una utilidad práctica ligada generalmente al tiempo libre e indicador de calidad de vida.
En estos talleres el visitante del museo tiene una participación activa y disfruta de una experiencia sensorial e intelectual. Aprender a encuadernar, o a iniciarse en el mundo de la técnica de la encuadernación, supone para muchos ciudadanos una actividad relajante desde el punto de vista físico y también intelectual. Son valores compartidos con un número creciente de personas a medida que las sociedades van desarrollándose, económica e intelectualmente.
Dentro de este tipo también cabe hacer diferenciaciones. No tienen un sentido productivo ni un carácter científico orientado a la recuperación patrimonial, pero si pueden tener un sentido más educativo que lúdico. Así podríamos establecer tres grandes grupos para este tipo de talleres:
- Infantiles u orientados a grupos escolares o niños. Resultan muy eficaces para el propósito de hacer perdurar una conciencia patrimonial en las futuras generaciones.
- Talleres para adultos con un sentido lúdico, un recurso para el tiempo libre, para sectores de población que ya tienen una conciencia cultural adquirida. En las últimas décadas hemos asistido en España al extraordinario desarrollo de escuelas de encuadernación, con mayor o menor nivel. Ha resultado todo un fenómeno social del que se han derivado incluso realizaciones artísticas de alto nivel y, sobre todo, la equiparación de España con el entorno artístico europeo en materia de encuadernación. Esto ha contribuido también a sensibilizar y dar a conocer a otros grupos acerca de la encuadernación como fenómeno cultural y creativo.
- Talleres para adultos con un nivel especializado. Son talleres formativos en los que profesionales del sector cultural reciben formación complementaria centrada en el patrimonio bibliográfico. Talleres para bibliotecarios y museólogos, gestores culturales, etc.
El taller fuera del museo
Una utilidad divulgativa adicional la proporcionan los talleres profesionales cuando salen de los espacios del museo. En este sentido las experiencias que se han desarrollado con la Imprenta Municipal han resultado muy satisfactorias. Eventos culturales como ferias relacionadas con el libro o de otro tipo sirven como excusa para poder ofrecer a un público que no es el habitual del museo acceso ocasional a estos contenidos. Acceso que puede derivar en futuras visitas al museo y en la captación de nuevos públicos para los contenidos de éste.
La gestión de los talleres desde el museo. La gestión del patrimonio cultural inmaterial
Este es un tema complejo pues no existe una doctrina consolidada en este campo que nos pueda servir de guía para establecer procedimientos de gestión de este patrimonio. Antes, al contrario, las dificultades son grandes y variadas, no sólo desde el punto de vista teórico sino por las circunstancias de que los oficios o partes de estos en peligro de extinción son lógicamente sensibles a cualquier circunstancia adversa para su conservación.
La encuadernación artesanal
En primer lugar, nos enfrentamos al problema de la transmisión de conocimientos de unas generaciones a otras. En muchos casos esta cadena se ha roto o se ha debilitado en tal forma que las pérdidas son irrecuperables. Los programas educativos de formación profesional, orientados al mercado laboral y a sus exigencias, hacen desaparecer pronto de sus estudios las especialidades que son menos útiles en ese ámbito. Esto ya supone un duro golpe para la transmisión de conocimientos, pues se priva de infraestructura al maestro que pudiera dar continuidad a éstos, despareciendo también el alumno o aprendiz. Creo que el caso de la encuadernación manual o artesana es claro en este sentido.
Se han articulado a veces soluciones para esta problemática, generalmente de ámbito local y más o menos temporal. En este sentido he de citar por ser un caso que considero interesante, la experiencia que el Ayuntamiento de Madrid desarrollo entre finales de los años ochenta y comienzos de los noventa del siglo pasado. Ya entonces se percibía con claridad la progresiva caída en desuso de partes o especialidades del oficio de encuadernador y la falta de preocupación en los medios académicos de la formación profesional por su mantenimiento.
Al mismo tiempo en España se estaba desarrollando un incremento de la concienciación sobre la responsabilidad de conservar el patrimonio histórico y artístico, en paralelo también al incremento de la renta per cápita.
Como alternativa se pusieron en marcha programas temporales de enseñanza de técnicas artesanales de encuadernación. La Imprenta Artesanal del Ayuntamiento, precedente más inmediato de nuestro actual museo desarrolló este tipo de programas durante varios años, entre 1986 y 1992. Entonces aún se contaba con circunstancias muy favorables como era la existencia de un grupo numeroso de maestros de buen nivel de calidad que podían enseñar a alumnos jóvenes las técnicas aún vivas. De hecho, si bien del elevado número de alumnos que pasó por aquellos proyectos sólo un porcentaje reducido encontró un hueco en este sector profesional hay que decir que los que lo consiguieron han podido salvar el oficio en condiciones muy dignas. Contamos hoy con algunos en nuestros talleres y en otros de diversas instituciones.
Desde el punto de vista metodológico estos talleres se basaron, si bien tenían una formulación teórica con unos programas de contenidos desarrollados, más en el tradicional sistema de adquisición de conocimientos, destrezas y habilidades que gira en torno a la relación estrecha y tradicional entre el maestro y el aprendiz. Resultaba una enseñanza eminentemente práctica y sus resultados eran de una eficacia total, pues el número de horas de taller determinaba la correcta asimilación por parte del alumno. Este método tradicional tamizaba también y seleccionaba a los más aptos para el aprendizaje, pues el maestro en su relación de detalle diario con el alumno dirigía una evaluación permanente del mismo, de forma que el progreso de los mejor preparados para el oficio era evidente y el estancamiento de los que, por carecer de habilidades o de interés, no seguían el ritmo establecido, determinaba una selección. En definitiva y en su conjunto el resultado fue enormemente positivo y ahora disfrutamos de sus beneficios a largo plazo.
Dentro de los actuales talleres nos enfrentamos al problema de que, si bien se produjo una cierta renovación generacional a comienzos de este siglo, con la incorporación de nuevos encuadernadores que tomaron el testigo de los que se iban jubilando, encuadernadores que, en parte, se habían formado con algunos de éstos, el tiempo transcurrido desde entonces sin que haya habido una cadencia regular de renovaciones de personal nos vuelve a poner en una situación vulnerable en un plazo breve si no se incorpora sabia nueva que se forme simultáneamente al trabajo con los más veteranos. Este sería el mecanismo idóneo para mantener en plena eficacia nuestros talleres. No me cabe duda de que retomar esta relación maestro – aprendiz dentro de los actuales talleres es el mecanismo idóneo para ello.
Sin embargo, las dificultades para poder desarrollar estas estrategias son muchas. En el sector público en el que nos movemos la agilidad de gestión está muy limitada por disposiciones de control del gasto, y una legislación que tiende a ser conservadora en cuanto a la incorporación de nuevos recursos humanos. Todo esto condiciona el desarrollo de un flujo de renovación de personas que vaya paralelo al de su aprendizaje y perfeccionamiento.
La encuadernación artística
Si bien este sería el modelo que considero más adecuado para establecer un ritmo de continuidad y una base con un nivel de calidad y permanencia en un taller con un perfil de carácter artesano o manual la gestión del otro taller que alberga nuestro museo tiene unos condicionantes diferentes. El taller de encuadernación artística es casi por definición la meta final de los mejores encuadernadores. Supone la culminación de una carrera profesional y, para el profesional, el ser un elemento destacado dentro de su grupo.
Para ser encuadernador artístico se requiere tener destrezas, habilidades y conocimientos sobresalientes sobre el oficio y, además, tener un impulso creativo capaz de singularizar un trabajo y hacerlo expresivo.
No siempre se dan juntas estas circunstancias y puede ocurrir que etiquetemos como artistas a excelentes profesionales con un dominio de la técnica arrollador, pero sin ninguna capacidad de creación plástica innovadora.
Por otra parte, el artista, en cualquier especialidad, se mueve más libremente fuera de ataduras como son los horarios, convenios laborales y otro tipo de limitaciones de la personalidad creadora. Un taller dependiente de un museo, biblioteca o centro oficial puede que no sea el medio más adecuado para potenciar la generación de obras de arte. Aunque se dan excepciones de las que nos beneficiamos en nuestros propios talleres.
Un modelo ya ensayado en otros tipos de museos es el de la habilitación de espacios para que los artistas creen. Generalmente destinados a potenciar el crecimiento de los creadores jóvenes se sirven de diversas fórmulas que pasan siempre por un período temporal y limitado de tiempo, unas condiciones de infraestructura adecuadas y ayudas de supervivencia mediante becas, residencias o fórmulas similares. Considero que es un modelo perfectamente aplicable a nuestro taller de encuadernación artística donde la infraestructura permite desarrollar el trabajo y en el que la rotación de creadores generaría beneficios de experiencias y aprendizaje para los encuadernadores fijos de la casa.
Finalmente, me gustaría terminar esta conferencia rindiendo un sencillo homenaje a todos aquellos maestros que nos han precedido y nos han dejado como legado sus obras y sus conocimientos, patrimonio que, cada vez más, apreciamos.